martes, 6 de noviembre de 2012

    "EL TRAILERO FANTASMA"                         








Hace mucho tiempo, sobre la carretera de la rumorosa, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo a mexicali, pues su esposa estaba a punto de dar a luz y quería llegar rápido a su casa, ya que llevaba dinero para lo que se ofreciera, mas cuando iba a tomar una peligrosa curva perdió el control y se estrelló contra unas rocas.


el chofer se bajó del trailer todo aturdido, se miró el cuerpo y se alegró al darse cuenta que no le había pasado nada. entonces esperó a que pasara alguien para que le ayudara o lo llevara a la ciudad, pero durante mucho tiempo nadie cruzó aquellos cerros. el hombre se quedó dormido y cuando despertó se sorprendió al ver todo oscuro; no entendía qué pasaba así que decidió caminar, caminó y caminó, avanzó una buena distancia, sabía que la salida de la rumorosa estaba cerca y sin embargo, cuando se dio cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente...

a los tres días hallaron el camión pero no al conductor; de él no se supo nada. hasta que en una ocasión, años más tarde, un muchacho que manejaba un trailer se detuvo porque un hombre le hizo señas.




—amigo, me llamo francisco vázquez y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque va a tener un niño. yo no puedo ir, mi trailer se descompuso y no lo puedo dejar aquí.


—sí, señor, con gusto se lo llevaré —contestó el muchacho— sólo dígame dónde vive su señora.


el hombre le entregó un papel en el que anotó la dirección y el nombre de su esposa. al despedirse, el joven sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pues al darle la mano, el señor estaban tan frío como un muerto. el muchacho no le dio importancia, subió a su trailer y se encaminó a la ciudad de mexicali.

al día siguiente, fue a buscar a la señora pero no la encontró; alguien le dijo que ya no vivía ahí, que hacía tiempo se había cambiado. sin darse por vencido, preguntó en varios lugares hasta que, por las señas del papel, una anciana le indicó dónde vivía. al llegar dio unos golpes en la puerta y esperó a que le abrieran.

—¿dígame joven? —le preguntó la señora.

—perdone, ¿aquí vive la esposa del señor francisco vázquez?

—soy yo —contestó ella— ¿qué se le ofrece?

—ayer en la carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le descompuso el trailer...

—¡no puede ser! —lo interrumpió la señora tapándose la boca—. mi marido murió hace cinco años.

al muchacho le temblaron las piernas, le dejó el dinero a la señora, que se puso a llorar, y se fue para su casa todo asustado. cuando llegó, apenas había cerrado la puerta cuando descubrió frente a él al trailero de la carretera y brincó espantado; sentía que una fuerza extraña lo invadía.

—¡gracias, amigo! —le dijo el muerto con voz cavernosa, mientras desaparecía.

el joven podía escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión. tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta quedar como esqueletos.
          "LA ENFERMERA EVA"    

Dicen que en una ranchería cercana a la ciudad de Tijuana vivía una
enfermera llamada Eva. Era muy conocida y respetada porque ayudaba a
los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora iba adonde se
lo pidieran. Cierto día, llegó a su casa una señora que le rogó muy
angustiada:

—Señorita Eva, mi esposo está enfermo, necesita que lo atiendan; por
favor, venga a verlo.
—¿Qué es lo que tiene? —preguntó la enfermera.
—Ha tenido mucho dolor de estómago, toda la noche se estuvo quejando —
respondió la mujer.
—¿Por dónde vives?
—Cerca de La Rumorosa —contestó.
—Está lejos —dijo la enfermera—. Primero voy a ver a una vecina que
también está enferma, pero dime cómo llegar y en cuanto me desocupe,
iré para allá.
La señora le dio las señas del lugar y se fue. Mientras tanto, la
enfermera tomó su maletín y se dirigió a la casa de su vecina.
Terminada su visita, salió rumbo a La Rumorosa caminando bajo el
calor intenso del mediodía, pero en su prisa por llegar adonde la
esperaban, equivocó el camino.

—No veo ninguna casa —pensó preocupada— estoy segura de que me dijo
que era por aquí.
Ya habían pasado varias horas desde que saliera de su casa y pronto
oscurecería. Tenía hambre y sed porque el agua que llevaba se había
terminado; aún así trató de no desesperarse. Levantó la vista y no
miró otra cosa que piedras formando los enormes cerros de La
Rumorosa... una sensación de temor la invadió porque sabía historias
de ese lugar en las que se hablaba de aparecidos, brujas y quién sabe
cuántas cosas más.

Decidió volver a caminar y guardando su miedo se metió entre aquellos
cerros; con la noche las enormes piedras que se encontraban por todos
lados se transformaban en horrendas personas y animales que gritaban
su nombre: ¡Eva, Eva...!

La mujer echó a correr desesperada entre las rocas hasta que sus pies
resbalaron y no supo más de sí.

Con los días, los vecinos fueron a buscar a Eva a su casa, pero no la
encontraron. No volvieron a saber de ella hasta que en las curvas de
La Rumorosa vieron a una mujer vestida de blanco que pedía raite...
el camino era tan difícil que nadie podía detenerse, pero aun así,
cuando menos se lo esperaban, ¡aparecía sentada a un lado del que iba
manejando! ¡El susto que se llevaban! La mujer se quedaba muda y
siempre desaparecía frente al panteón. Se dice que todos estaban tan
espantados que ya no querían pasar por aquellos lugares, pues corría
el rumor de que era la enfermera muerta.

Otros cuentan que en la Cruz Roja de Tecate, muchos pacientes han
sido atendidos por una misteriosa mujer que era muy cuidadosa en las
curaciones y desaparecía siempre que llegaba la enfermera de turno; a
pesar del susto que les dio ver cómo se desvanecía, la mayoría
coincide en que siempre los favoreció.

Mucha gente ha acudido con el padre para que ayude a la enfermera en
pena, pero, como nadie sabe dónde murió, no han podido hacer nada;
así, la muerta seguirá vagando por los caminos de La Rumorosa durante
muchos años más.                    

miércoles, 31 de octubre de 2012



No bajes al sótano

  •               
No he bajado al sótano de casa desde hace dos años, poco después de la muerte de mi hermano. Mis padres me lo tienen estrictamente prohibido. De hecho, procuran que nunca me quede sola en casa, para evitar que tenga cualquier tentación de desobedecerles. Supongo que en cierta manera es normal, después de lo que le pasó a Julio…
Julio era mi hermano pequeño. Tenía diez años cuando sufrió un accidente en nuestro sótano. Uno de tantos muebles que teníamos allí amontonados se le cayó encima mientras jugaba. Mis padres lograron sacarlo aún con vida de allí abajo y se lo llevaron corriendo al hospital, pero no se pudo hacer nada. Murió a causa de lesiones en la cabeza, por el golpe del mueble. Fue muy duro para todos, sobre todo para mi madre, porque Julio era su ojito derecho.
Yo a veces tenía celos de mi hermano, porque era un niño mimado, pero le quería, por supuesto, y jamás deseé que le pasase nada. Pero aquella tarde habíamos discutido, ya ni siquiera recuerdo porque… Seguramente por tener el mando de la tele o cualquier tontería de ese estilo. El caso es que lo último que hice con mi hermano fue gritarle e insultarle. Imaginaos como me quedé cuando le pasó aquello. Todavía no he logrado quitarme del todo este amargante sentimiento de culpa.
El caso es que hace tiempo que en casa se escuchan algunos ruidos muy extraños, que parecen proceder del sótano. No les he dado mucha importancia, porque se han escuchado desde siempre. A veces se cuelan gatos o ratas allí dentro, por una ventana que no se puede cerrar del todo, y no es raro que en algunas de sus persecuciones dejen caer algún mueble, con el consiguiente estruendo. En definitiva, que estamos acostumbrados a esos sonidos. Pero escuchar lamentos ya es otra cosa…
Algunas noches, cuando todo en casa se queda tranquilo y los perros de los vecinos dejan de ladrar, he escuchado una especie de lamento que proviene de la parte inferior de la casa. Al principio pensé que sería el viento, o cualquier otra cosa. Pero no. Con el tiempo noté que aquel lamento me resultaba extrañamente familiar. Y llegué a la conclusión de que era el de mi hermano. ¿Cómo no reconocerlo, con las veces que le había hecho llorar de rabia?
Aquella conclusión me llenó de miedo, pero también de curiosidad. ¿Sería el fantasma de mi hermano el que lloraba así en el sótano? Según lo que había leído por Internet, no era descabellado pensar que el alma inocente de un niño podría haberse quedado atrapada en el lugar en el que murió. ¿Sería esto posible? ¿Me estaba volviendo loca?
El caso es que he tomado la determinación de averiguarlo por mi misma. Quiero saber que es lo que hay allí abajo, si es que hay algo. Así que esta tarde que sabía que mis padres debían salir, les he dicho que yo también iba a estudiar a casa de una amiga, y que volvería ya por la noche. De esta manera me aseguraba que se fueran los dos, ya que si yo me quedaba en casa, seguro que alguno se quedaba conmigo.Llego a casa y abro la puerta con cuidad. No hay nadie. Tal como había planeado, tengo total impunidad para bajar al sótano. No sé que espero encontrarme allí. Por una parte tengo mucho miedo, miedo de ver algo extraño, inexplicable… Pero por otra… Confío en que si el alma de mi hermano sigue ahí, pueda por fin disculparme con él… Pedirle perdón por haberle gritado aquella tarde. No sé si es una locura, pero necesito hacerlo.
Por si acaso, agarró una escoba del cuarto que hay junto a la cocina, y me aproximo con sigilo al sótano. La puerta esta cerrada con llave, eso lo había planeado. Consigo abrirla con una horquilla, tal como me ha enseñado Javi, mi compañero de clase. Si salgo de esta, tengo que invitarle a una cerveza. Y tal vez nos convirtamos en ladrones profesionales.
sotano
Abro la puerta del sótano y todo está oscuro abajo. Le doy al interruptor, pero no hay luz. No pasa nada, soy previsora, así que saco la linterna y voy iluminando mis pasos, para no descalabrarme por las escaleras. Avanzo poco a poco, con miedo y curiosidad. Por ahora no escucho más que mi respiración acelerada…
Cuando me interno un poco más en el sótano escuchó un ruido que proviene de unos metros más allá, a mi derecha. Enfoco con la linterna y solo veo una sombra que se esconde. Tengo miedo. Mucho miedo. Creo que hay algo aquí abajo, conmigo. Cuando consigo salir un poco de la parálisis provocada por el pánico, me doy la vuelto para salir corriendo escaleras arriba… Pero él esta ahí.
Enfoco con la linterna su cara, y se la tapa como cegado por la luz. Cuando la bajo un poco, puedo ver a una especie de niño con ropas usadas y raídas, las piernas pequeñas y delgadas, unos brazos largos y desnutridos… Y esa cabeza… Dios, está totalmente deforme, abollada. Un ojo le sobresale más que otro, y la boca también está deforme, se abre mostrándome una hilera de dientes puntiagudos y escalofriantes, como si fuese a decir algo.
-        Hola, hermana.
FIN












El monstruo del pantano

Caí enfermo y al otro día estaba ardiendo en fiebre. Como vivo solo, contraté a alguien para que me cuidara, porque no me gustan los hospitales.  Hice unas llamadas a unos amigos y me recomendaron a Roxana, una enfermera que atiende en las casas.
Cuando llegó la noche la fiebre me hizo tiritar sobre la cama.  Roxana me aplicaba paños de agua fría sobre la frente, y cada poco tiempo me controlaba la temperatura.

- Si sube más tiene que ir al hospital - me dijo Roxana, mirando el termómetro con preocupación.
- Aquí estoy mejor que en el hospital, estoy en mi casa y… aquí estoy bien… - le aseguré, y dije algo más que ni recuerdo; la fiebre me quemaba con fuerza y todo era muy confuso.

No quería dormir porque sabía que iba a tener pesadillas, me había pasado en otras ocasiones, y con menos fiebre. 
Roxana me aplicaba un paño frío tras otro, salía del cuarto para renovar el agua, y volvía equilibrando la palangana.     En la calle hacía una noche horrible. Desde mi cama escuchaba el rugir del viento, y al voltear hacia la ventana veía la sombra del rosal del jardín hamacándose para todos lados.
A pesar de mis esfuerzos me dormí, me sumergí en el mundo de las pesadillas. Pasaba de un escenario aterrador a otro.  En una casa ruinosa absurdamente grande, me persiguió una especie de bruja horripilante. Corría y corría por los pasillos y la bruja seguía detrás de mí lanzando gritos.  De esa pesadilla, pasé a otra cuyo escenario era mi vieja escuela, y sentado en uno de los pupitres, me vi rodeado de muñecos espantosos que estaban suplantando a mis compañeros. De pronto todos los muñecos voltearon hacia mí y salí huyendo, y los muñecos me persiguieron por toda la escuela.

Después, en un paisaje completamente extraño, parecido a un pantano y a un desierto a la vez, fui perseguido por una criatura por demás horripilante, que aunque intentara no podría describir, pues no existe nada con qué compararlo.     En mi huída, súbitamente me di cuenta que estaba soñando, aún así no me desperté.  Entonces dejé de correr y voltee hacia el monstruo, suponiendo que cuando el monstruo me alcanzara iba a despertar. No me alcanzó porque había dejado de correr, y sólo me miraba con sus ojos huecos. Me contempló un instante que me pareció una eternidad, y de pronto volteó hacia un lado como si hubiera escuchado algo, y cuando miré rumbo a la dirección que apuntaba el monstruo, vi la silueta de una mujer que cruzaba corriendo aquel paisaje irreal y aterrador. El monstruo salió corriendo tras ella y pronto se perdió, enseguida desperté.
Roxana se había dormido sentada. Cuando la llamé se estremeció completamente, abrió los ojos y buscó con la mirada, después suspiró y se restregó los ojos.

- Discúlpeme, me quedé dormida un instante - me explicó -. ¡Ah! Por suerte me despertó; estaba teniendo una pesadilla. ¡Que cosas horribles se pueden soñar!
- ¡A mí me lo va a decir! - exclamé -.Tuve una cabalgata de pesadillas. Y usted, ¿con qué soñó?, si se puede saber. 
- Le cuento: Estaba en un lugar bien raro, desolado, como un desierto pero de barro. Sin previo aviso vi a un monstruo, y frente a él había un hombre que no alcancé a ver bien porque salí corriendo desesperada. El monstruo me siguió hasta que usted me despertó. 














Desde ese halloween, cada vez que llega esa fecha, paso un día terrible y una noche peor, aunque no he vuelto a ver a aquella cosa.
Como en mi ciudad no hay ninguna actividad el día de halloween, planeamos la nuestra, y un pequeño grupo de jóvenes nos reunimos durante la noche en la plaza que hay frente al cementerio; y ahí nos pusimos a contar cosas tenebrosas; cuentos que conocíamos o inventábamos en el momento.  
La plaza es más bien una manzana despoblada con algunos bancos, unos hamacas y unos árboles. Cruzando una calle angosta se encuentra el cementerio. En todo el largo de esa cuadra, donde corre el muro del campo santo,  hay pinos en la vereda, unos pinos altos y delgados, y está el gran portón de rejas de la entrada.

Era una noche calurosa. Alrededor de las luces de la plaza pululaban cientos de insectos nocturnos de vuelo errático, que tanto chocaban contra las luces como contra nosotros.  Por momentos soplaba una ráfaga de viento cálido que cruzaba rumorosa entre los pinos.
Cuando uno contaba un cuento de terror los demás escuchábamos atentamente, pero ante un final absurdo o que no asustaba nos echábamos a reír y a hacer bromas. Nos estábamos riendo a carcajadas, cuando un hombre que cruzaba por la plaza nos reprochó:

- Tengan más respeto - nos dijo -, están frente al cementerio.
- Y qué importa - objetó uno de mis compañeros -. No estamos molestando a nadie.
- Siga su camino que nadie le preguntó nada, viejo metido - dijo otro. Ante esas palabras el viejo se fue y volteo hacia nosotros varias veces hasta que estuvo lejos.

Seguimos con nuestros cuentos, las bromas, las carcajadas estridentes, y la noche fue avanzando.
Una luna llena, ya algo desgastada, asomó detrás del muro del cementerio y se fue elevando entre dos pinos.    Observando a la luna, noté que sobresalía algo en el filo del muro.

- ¿Qué es aquello que está arriba del muro? - pregunté señalando el lugar; todos voltearon.
- Parece la cabeza de una persona - observó uno. En ese momento también me parecía una cabeza, la cabeza de alguien que estaba tras el muro, del lado del cementerio.

Creo que todos sentimos lo mismo: un terror súbito, pero aun así seguimos mirando.
La luna marcaba perfectamente el borde del muro y el contorno de aquella cabeza. Desde nuestro lugar no distinguíamos sus facciones (por suerte), pero un movimiento rapidísimo de la cabeza nos dio a entender que no era un humano (por lo menos ya no), pues se desplazó lateralmente por el borde del muro como si su cuerpo estuviera flotando, o como si solamente fuera una cabeza levitando.
Ahí sí reaccionamos y cada huyó hacia su hogar.
Poco rato después de llegar a mi casa me fui a acostar, mas la claridad que daba en mi cara me hizo levantar y fui a cerrar la persiana, y cuando lo estaba haciendo, vi, con la visión periférica, que aquella cosa me observaba desde lo alto del muro de mis vecinos. 
Mis compañeros no volvieron a verla después de huir de la plaza,   

miércoles, 24 de octubre de 2012




 LA NOVIA DEL CEMENTERIO





Es de una mujer vestida de novia que se encontraba en una esquina esperando un taxi. Por fin pasó un taxi, le preguntó hacia dónde se dirigía ella pero no le contestó, únicamente le dijo que se fuera todo derecho por la avenida, por el camino. Se fueron platicando. Al hombre le extrañó que fuera vestida un novia, pero por pena no le preguntó nada.
Llegaron a un panteón conocido con el nombre de Juan Soldado. El bajó a abrirle la puerta y ayudarle a bajar una bolsa pesada que ella traía, pero al poner la bolsa al suelo volteó y no encontró a la mujer. En eso la mujer le hablaba y él volteó hacia donde se oía la voz: era la mujer que se encontraba dentro del panteón, y lo curioso era que estaba detrás de la reja, la cual se encontraba cerrada con candado ya que era de noche.
Le siguió hablando. Él fue hacia ella y le dijo que pasara con ella, pero él no quiso y ella lo tomó por las manos y no lo soltó. El hombre sintió como que le quemaban sus manos. Al soltarse la mujer desapareció y a él le quedaron de por vida las marcas de las manos de la mujer sujetándolo.
El hombre de la impresión se quedó mudo, pero al preguntarle qué le había pasado él escribió su relato de lo que le sucedió. Se cuenta que esta mujer vestida de novia se le ha aparecido a muchos hombres taxistas, y de igual forma al llegar al panteón desaparece, pero antes de desaparecer los invita a acompañarla , pero ninguno ha aceptado su invitación.
LA TRAMA MACABRA



El hombre se encontraba solo en su habitación, como era costumbre en los últimos 12 años, desde que su esposa falleció. "Su caso es terminal; sólo es cuestión de días, tal vez unas pocas semanas" –le informó el oncólogo– Su resignación tardó en llegar, pero llegó y se convirtió en rutina, al igual que su trabajo como encargado de la estafeta postal número 21 de . Los dolores articulares siempre, musculares a veces y óseos esporádicamente, le recordaban a que su estaba próximo.
Se acomodó en su sillón favorito, apoyó los pies sobre el viejo taburete y, con el control remoto bajo su mando, comenzó a barrer la pantalla televisiva buscando alguna película que lo distrajese, al menos por un breve lapso, de la tortura diaria de soportar su asfixiante soledad.
Se detuvo en el canal 39, no porque la escena lo atrapara, pues la película estaba empezada, pero sí por su música. Era orquestada, con acordes que denotaban suspenso. En la pantalla, la sombra se recortaba contra los muros gastados del edificio. Su andar era pausado pero firme, aquella figura siniestra era el condimento ideal para esa música que crecía en intensidad; sus acordes inspiraban miedo y desazón. De pronto, al cruzar un callejón iluminado, esa diabólica efigie dejó ver su rostro. Fue un instante que bastó para que el hombre se sobresaltara de terror. Sin duda, la escena lo había atrapado.
Se sintió inquieto, con un cosquilleo interno que le provocó un escalofrío breve y molesto. Aplastó con fuerza su espalda en el sillón, como si quisiera introducirse dentro de él buscando protección, bajó los pies del taburete lamentando no haber visto la película desde el inicio y observó inquieto como aquella criatura del espanto se introducía por un oscuro pasillo hasta llegar al pie de una escalera en forma de caracol.
Nada hacía prever el desenlace. ¿Que oscuro propósito perseguía aquél ser abominable?
Su ascenso era acompañado por estruendosos golpes de tambor. Un peldaño, dos... quince, primer descanso; Un peldaño, dos... —el sonido del tambor lastima los oídos—, quince, segundo descanso. La música hace un giro violento. Es, sin duda, aterradora. La figura se interna por el corredor en busca del último cuarto. En su trayecto extrae un cordel de un bolsillo interno y lo sostiene de uno de sus extremos. En la pared débilmente iluminada, se ve claramente como vivorea aquél elemento al compás de su andar. De pronto, música y figura se detienen. El silencio invade la escena y la habitación; su pulso se acelera, ansía el final, no soporta un minuto más de suspenso. ¿Y ahora qué? — Se preguntó —. En un acto inesperado, aquél malévolo ser arremetió contra la puerta con una estruendosa, certera y destructiva patada. La madera cedió. La música acrecentó su intensidad hasta lo intolerable. El hombre estaba absorto, lleno de pánico, observando, a través de la hipnotizadora pantalla, cómo la figura entraba en la habitación. Ahora son las dos manos las que sostienen tensamente el cordel asesino. La trama se aclara y el desenlace es obvio y quizá, hasta previsto. La cámara que todo lo capta se ubica por detrás del asesino, permitiendo observar que en el otro extremo, ajeno a cuanto acontece, de espaldas al intruso, se encuentra un hombre sentado en un sillón ejercitando la sana, familiar e inofensiva costumbre de mirar televisión.